Las patas de la silla crujen con
el peso de su cuerpo, todos le miran pero nadie parece tener la intención de
romper el silencio que ahora domina el ambiente.
Hace una pequeña revisión a cada
uno de los allí presentes. Siete personas, con él ocho. A su izquierda,
compartiendo el mismo lado de la mesa, una mujer de unos treinta, arreglada con un
vestido como si viniera de una fiesta de gran categoría, pelo largo y castaño
echado sobre los hombros como si dicha posición hubiera requerido de largas
horas enfrente del espejo. Tiene la mirada fija en un anillo con el que
juguetea de forma automática pasándoselo entre los dedos. Justo enfrente de
ella al borde de la mesa se encuentra una carta, un As de corazones mitad negro
mitad rojo.
Mira su carta recién sacada del
bolsillo y se da cuenta de que la ha dejado en la misma posición que la de la
mujer, de hecho, parece ser que todos han hecho lo mismo. En el lado opuesto de
la mesa dos hombres, el As de tréboles mitad negro mitad rojo, un hombre de
unos setenta años, pelo corto y canoso, con una pequeña barba bien recortada
que le sube hasta el bigote. El As de diamantes mitad rojo mitad negro
pertenece a un chico de veinte, totalmente descuidado con una copa en la mano
llena a rebosar de un licor trasparente que se da por sentado que no es agua.
Las cuatro cartas restantes eran
los respectivos reyes de esa extraña baraja bicolor. A su derecha las K de picas y corazones, dos
mujeres de la misma edad que “As de corazones” ambas idénticas, dos gemelas
vestidas de traje como si de federales se trataran. A su izquierda K de
tréboles y rombos, dos cuarentones de vaquero y camisa, el de diamantes con una
cicatriz en toda la barbilla que le caracteriza.
-Parece que ya estamos todos.
–habla este último con una voz grave y calmada. –déjeme adivinar, usted también
es un “No nacido” que ha venido buscando un supuesto trabajo. –su risa mas
forzada que sincera revota por todas las paredes de la habitación. –Ocho
detectives de puntos de cruce reunidos por un aparente cliente mediante ocho
cartas de una baraja bicolor. ¿Alguien sabe de qué va esto?
Nadie responde.
S.J no dice nada, en estos
momentos echa de menos no haber traído consigo una jarra como la que acababa de
beber. Se quita el sombrero y lo deja suavemente encima de su tarjeta de
invitación. Todos le miran esperando a que vaya a hablar pero se limita a
quedarse sentado expectante.
-Y usted es… –La
mujer de rojo que tiene al lado con la carta del As de corazones tiene
una voz suave como si de una cantante de blues se tratara.
-El señor “As de picas” y usted
“Corazones” por lo que veo. –dice sin intención de entablar amistad con ninguno
de los allí presente.
-Yo te conozco. –El chico del As de diamantes le mira fijamente
a la cara mientras da vueltas a la copa entre las manos. –Te conocen como S.J,
un detective de la vieja escuela pese a no ser tan viejo para ello. Nadie sabe
tu nombre ni dimensión de la que procedes pero eres famoso por tus no
precisamente buenas relaciones en este mundillo.
-Se dice que tienes ciertos
poderes extraños. –el viejo As de tréboles ahora tenía la palabra. – aunque yo
sinceramente creo que son habladurías. También conocido como “el vagabundo”
debido a que merodeas continuamente cruzando aristas sin tener un hogar fijo.
S.J sonrió. –también vosotros
sois conocidos en esta profesión, lo que hace de esta situación algo un tanto
peculiar. Usted, “As de corazones” si no me equivoco es Samantha, tenemos a
nuestro amigo de la cicatriz Scar, la “K de tréboles” James, el jovencito
bebedor Jim, las famosas gemelas “no nacidas” Susan y Saron Raster y usted señor debe de ser Cruler a quien sinceramente
daba por muerto. –el viejo se limita a sonreír sin dar la mas mínima señal de
responder a tal insinuación. –La
pregunta señores no es quiénes estamos aquí sino, como bien ha dicho
nuestro amigo Scar, cuál es la razón de esta reunión en la que hemos sido engañados
a venir, y lo que es aun mas importante, por qué en el mismo momento que dejé
la carta sobre la mesa nos hemos quedado totalmente encerrados en esta
habitación entre dos mundos.
El silencio volvió con estas
últimas palabras.
-¿No lo habéis sentido? Ya no hay
punto de cruce. –su voz era tranquila aunque son palabras indicaran todo lo
contrario.
James se levanto de la silla y se
dirigió hacia una de las puertas abriéndola de golpe. Detrás no se encontraba
más que la continuación del muro que formaba toda la estancia, como si allí
nunca hubiera habido un hueco por el que pasar. El joven Jim fue a la otra
puerta obteniendo el mismo resultado.
-Encerrados en la “Arista”, un lugar inexistente entre dos mundos solo que
ya no está entre ellos. Sea quien sea el que ha preparado esta reunión no ha
querido intromisiones de ningún tipo. Estoy deseando saber que va a venir ahora.
Siete personas, ocho con él
encerrados en aquel lugar de piedra sin aperturas de ningún tipo, con una mesa
en el centro y siete extrañas cartas de un mazo bicolor.
El silencio volvió a inundar la
habitación.