viernes, 14 de febrero de 2014

Diez minutos


Nada le molestaba, allí arriba él era feliz, no eran apenas diez minutos al día, a veces ni siquiera llegaban a cinco, pero esos minutos eran respirados segundo a segundo pasando a convertirse en la razón de su existencia.
Cierto era que al volver a la realidad pasaba a darse cuenta de todo lo que esta conllevaba consigo, el ruido, las preocupaciones, los agobios, el egoísmo, la velocidad… pero allí arriba, durante ese momento de tumbarse y cerrar los ojos, de sentir la fragilidad de lo que le sostenía, de disfrutar aquel inmenso espacio repleto de aire, de sentir el vacio a su espalda,  todo esas cosas no eran más que nimiedades.
Sabía que en un futuro, si se lo proponía, solo se acordaría de las cosas buenas, el propósito era asegurarse de tener esos recuerdos y recopilarlos en el poco tiempo que durara su existencia. Aprovecha el momento, ese era su lema y como tal, lo seguía a rajatabla yendo  todas las mañanas, tras largas horas de duro esfuerzo poco gratificante y peor remunerado, a aquel lugar en el que pegaba la espalda al duro metal sabiendo que aquello era algo que casi nadie más podía disfrutar.
Desde aquella altura nada parecía importante, incluso los rascacielos  que formaban aquella inmensa ciudad de bullicio y contaminación pasaban a ser meros juguetes que podía tapar con el dedo de una mano.
Diez minutos, diez minutos de libertad al día no era mucho pedir y en cambio, se había convertido en lo más importante de todo lo que hacía.

Allí simplemente era feliz y al fin y al cabo, ¿No es lo que buscamos todos?

sábado, 1 de febrero de 2014

Ojos de veterano

Los ojos veteranos de experiencias pasadas,
de miradas incansables
de personas olvidadas.

Orgulloso de cuanto tuvo y le rodeaba,
siempre feliz de haber vivido
en esos lugares que cuando era crio,
pasaban por una guerra que recordaba.

Él, poeta y escritor de nacimiento,
apasionado de sus letras y familia,
a la espalda un duro pasado, quién lo diría,
que con mucho trabajo y alegría
pasó de largo lo infranqueable.

Nunca se quejó, no iba consigo,
simplemente él era así, alguien amable,
rodeado de una mujer, hija y sobrinos,
a quienes él quería más que a nadie.

Los ojos veteranos de experiencias pasadas,
de miradas incansables
de personas olvidadas.
pero él no es una de ellas, yo le recuerdo,
y ahora solo puedo decir,

gracias,  abuelo.