domingo, 26 de febrero de 2012

Pereza

Un agobio me recorrió todo el cuerpo pidiéndome, o mejor dicho suplicándome, que hiciera aquello a lo que me había comprometido. Las extremidades me pesaban, y el cansancio cada vez se adueñaba mas de mi propio ser quitándome las ganas de todo. La luz me parecía oscuridad, y sin embargo aun podía sentir que debía cumplir con mis obligaciones.

Tenía dos posibles opciones, la buena, y a su vez menos apetitosa. Y la mala, no por el hecho de tener malicia, sino de no ser la correcta en ese momento y lugar.

Sabía que mis actos iban a tener repercusiones en un futuro cercano. Tentado a elegir la segunda opción, que me llevaría a un arrepentimiento y castigo seguro, pero sin dejar de pensar en que podía evitar todo aquello haciendo un esfuerzo por hacer lo correcto.

Estos sentimientos enfrentados, no hacían más que formar un nudo en mi barriga parecido a la tristeza que sobrecargaba mi cabeza haciéndome creer que nada importaba, eligiera lo que eligiera.

Mi razón empezó a empañarse intentándome convencer de la existencia de otras vías de escape, pero aún autoengañándome, en el fondo sabia que aquella desviación solo me permitía tomar dos caminos, el bueno, o el “malo”.

Por un momento vi como solución al problema, el no elegir ninguno de los dos, pero pronto me di cuenta de que el no hacer nada entraba dentro de la segunda opción, volviendo así a la misma lucha interna de hacer lo que debía o sucumbir a mis gustos.

Enfrente de mi estaban mirándome la pereza, y la responsabilidad.

Finalmente, cerré los ojos y tomé una decisión antes de que fuera demasiado tarde, me tendió la mano, y yo se la acepté aun dudando de haber elegido bien.

martes, 21 de febrero de 2012

Preocupaciones inventadas

Nuestro presente pasado se vuelve,
nuestro futuro inmediato, presente,
ninguna cosa dura para siempre,
ninguna cosa para siempre duele.

El tiempo pasa, sin querer se pierde,
lo bueno se va, lo malo igualmente,
aún sin pararse la vida, es suficiente,
para ser yo quien la viva, la recuerde.

Presente futuro y pasado a la par,
todo en un instante, sin interés,
nada es importante hay que disfrutar.

Y a la tristeza dejarla marchar,
no importa quién seas o donde estés
todo se cura, no hay más que esperar.

domingo, 19 de febrero de 2012

jueves, 2 de febrero de 2012

La ley de la moneda

Al igual que un prestidigitador en un principio no sabe siquiera coger una baraja de cartas, o un malabarista no consigue lanzar una sola pelota en vertical, nadie, quitando las excepciones que confirman la regla, es capaz de aprender nada sin haberlo intentado y fallado una cantidad importante de veces.
La ciencia infusa no existe y, aunque si existe la suerte del principiante, esta solo es eso, suerte de la que no puedes depender siempre.
Todos necesitamos pasar un periodo, ya sea largo o corto, por el que nos frustramos en intentos fallidos que parece que no llegan a ninguna parte. Pero tal como he dicho al principio del texto, el prestidigitador y el malabarista también pasaron por ese periodo, y al igual que ellos, otros muchos lo hicieron hasta alcanzar su maestría, o en el peor de los casos, hasta conseguir lo propuesto, no de la mejor forma posible, pero conseguido al fin y al cabo.
Una moneda no era más que una moneda hasta que una persona decidió que era posible girarla entre sus dedos y, después de muchas caídas y muchas monedas perdidas, consiguió asombrar a todo el que le veía con sus movimientos, convirtiéndose así, en la envidia de todo aquel que lo intentaba y, como era lógico, no le salía.
Si estas personas que intentaban copiar aquella extraña habilidad, hubieran repetido la misma acción tanto, mas, o menos veces que aquel hombre que se divertía con tan solo una moneda, hubieran acabado sacando “el truco” convirtiéndose ellos también en la envidia de los que solo lo intentaban un par de veces.
Es más que seguro que ese primer hombre se planteo el gastarse el dinero más de una vez, olvidándose así, de algo que parecía totalmente inútil y con lo que estaba perdiendo el tiempo. Pero en vez de eso, decidió continuar.
Nadie nace sabiendo nada, de hecho, cuando nacemos lo único que se nos da bien es aquello que nos ofrece nuestro propio instinto de supervivencia, y cuando este falla, lloramos.
Si algo se te da mal, significa que se requiere más entrenamiento y más tiempo invertido. Si por el contrario algo se te da bien, tienes suerte de que tus horas utilizadas para alcanzar la maestría vallan a ser menos. Si el que va a tener más dificultades se esfuerza en conseguirlo, mientras que el habilidoso decide sentarse a mirar, este ultimo acabara siendo discípulo del primero no importando cuan bueno sea en la materia.
Es cierto que las personas, vamos a llamarlas torpes, requerirán un esfuerzo mayor para un igual o menor resultado que el de aquellos buenos en la materia, pero serán ellos los que acabaran consiguiendo hacer todo aquello que se proponen, mientras que los segundos, solo se dedicaran a aquello que se les da bien.
Yo sinceramente prefiero ser normal en muchos ámbitos que muy bueno en uno solo. Es el hecho de tener toda esta variedad de quehaceres lo que hace divertida la vida monótona para muchos.

miércoles, 1 de febrero de 2012

RECUERDOS, NO SOLO RECUERDOS


Recuerdo los tiempos en los que era niño, aquellos momentos de paz y tranquilidad que nunca se olvidan.
Recuerdo momentos específicos de mi vida, que aunque no parezcan gran cosa, son uno de los motivos por los que sonrío todas las mañanas.
Recuerdo los sitios donde he estado, mi tierra natal y todos aquellos lugares que al final he acabado considerando mi hogar, pero también aquellos viajes en familia, ya fueran planeados o simples excursiones momentáneas, que siempre son motivo de conversación en reuniones familiares y otras celebraciones del estilo.
Recuerdo a cada una de las personas que he conocido en esta vida y que me han causado gran sensación, de ellas hace mucho que no sé, pero el tiempo que pasamos juntos fue el suficiente como para no arrepentirme.
Recuerdo cada uno de los momentos más felices de mi vida. Mucho más que los tristes, ya que de estos segundos, poco me interesa recordar.
Recuerdo todo lo que he aprendido a lo largo de los años, no solo de lo que aprendí en la escuela y en la universidad, cosas de las que acabé descubriendo su escaso valor, sino también de lo que aprendí de otras personas y lugares por el simple hecho de estar en el sitio y tiempo indicados. Todas aquellas cosas que acabe usando y que me valieron, a mí personalmente, para darle sentido a cada momento.
Recuerdo aquellos detalles que me hicieron feliz en su día, y que ahora, cuando los recuerdo, obtienen una pequeña sonrisa de agradecimiento.
Recuerdo todas las oportunidades ofrecidas y aprovechadas, pero también recuerdo aquellas de las que posteriormente me arrepentí de no haber tomado, ya que, al no aceptarlas, ese sentimiento de culpa me obligo a decir que si y no volver a caer en los mismos fallos.
Recuerdo las largas horas leyendo aquellos libros de fantasía, con los que, gracias a ellos, me podía evadir de la realidad y sentir, no felicidad, pero si consuelo.
Recuerdo mis tardes escribiendo, o por lo menos intentándolo, no metiéndome con nadie ni diciendo verdades absolutas, o por lo menos intentándolo, escribiendo sobre mis sentimientos, deseos, vivencias… o por lo menos intentándolo.
Recuerdo a mis familiares, unos aun parte de mi día a día, pero otros ya solo buenos, no, muy buenos recuerdos acompañados por un sentimiento de tristeza, siempre sano y a veces odiado.
Recuerdo no haber recordado nunca ninguna de estas cosas, o por lo menos ninguna de forma tan lejana como aparentan ser. Pero sé que esto es todo lo que quiero recordar y lo que quiero que recuerden de mí. Nada menos que muy buenos recuerdos que nunca envejecen.
Suficiente para estar orgulloso de uno mismo y poder , siempre que me pregunten qué tal estoy, contestar, “cada día mas joven”.

frases prestadas- frase 7

"Hay decisiones que se toman por impulso, o no se toman."

Ale Casal; http://acrudt.blogspot.com.es/