domingo, 4 de noviembre de 2012

CAMINOS SECUNDARIOS


El otro día un profesor preguntó en clase quienes se habían planteado en algún momento de la carrera cambiarse a otro estudio dejando  todo aquello.
Del número total de alumnos que levantaron la mano no me acuerdo, pero sí la cara de sorpresa que se le quedo al hombre que había hecho la pregunta al ver que no eran pocos.
Tras esto formuló una segunda a la cual cuatro contestaron.
“¿Quiénes tenéis aquí una afición a la que dediquéis al menos dos horas diarias?”
Eligió a uno de los que en esta ocasión alzaron su brazo y le dijo una tercera,” ¿Cómo te sientes cuando estás haciendo ese “pasatiempo”?”
La intención de ese profesor  no era más que la de mostrarnos que, al igual que disfrutaba esa persona con su hobby, lo mismo debíamos sentir con nuestro trabajo en aquella escuela.
No decía que nos dedicáramos exclusivamente a nuestros estudios, pero sí que disfrutáramos trabajando y, a su vez, dejáramos hueco para divertirnos y aprovechar nuestros años de universidad.
Yo, presente en esa situación como cualquier otro alumno que tiene asistencia obligatoria, no pude evitar sentir un pequeño desacuerdo con aquella teoría ya que las dudas sobre poder compaginar estudios con pasatiempos me resultaba muy difícil de imaginar. Por lo demás, no me quedaba otra que darle toda la razón a aquel personaje.
Hago malabares, esa es mi gran pasión desde hace años y el poco tiempo libre que puedo sacar de mis quehaceres diarios lo aprovecho, sin dudar un instante, en salir al parque de al lado de casa y practicar un poco.
Por experiencia sé que ese tiempo es muy reducido, por desgracia la mayor parte de la semana, por no decir toda ella salvo sábados por la mañana, la ocupan los trabajos de clase, entregas, asistencias etc.
Por mucho que quisiera aumentar el número de horas que tiene un día, tengo que reconocer que este solo tiene 24, y que las obligaciones, por mucho que me gusten, siguen siendo obligaciones y eso nunca se podrá comparar con esa horita a la semana que, con mucho esfuerzo consigo para hacer lo que realmente me apasiona y me llena.
Mi carrera me gusta, no tengo ninguna duda de que la he elegido bien y, sinceramente, ni siquiera me he planteado dejarla por muy mal que me fuera en algunos momentos. Pero mi carrera es mi obligación, y eso implica que, cuando tengo oportunidad de separarme de ella para lanzar pelotas al aire no me paro a pensarlo ni siquiera un momento.
La vida te permite desviarte por muchos caminos, e incluso coger varios a la vez, así que, ¿Por qué contentarme con andar por la vía principal de las obligaciones cuando hay una gran variedad de caminos secundarios opcionales que te acaban llevando a un mismo sitio?

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