sábado, 7 de abril de 2012

Vuelta a casa


El otro día volví, después de estar fuera tres meses enteros por motivos de estudios, a mi ciudad natal. Ya sé que tres meses realmente no son un largo periodo de tiempo, pero si fue el suficiente para descubrir cuánto echaba de menos esta ciudad tan poco apreciada por mí anteriormente.

Volver a ver a familiares y a amigos que antes veía semana sí, semana también, volver a estar en los mismos sitios en los que antes pasaba largas tardes entretenido con cualquier cosa, volver a sentir el frio de esa tierra al que antes estaba acostumbrado, volver a pasear por esas calles tan conocidas ya fuera por el nombre, iglesias, tiendas, o bares que hubiera en ellas.

Uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde, y está claro que por muy bien que esté en el sitio en el que ahora vivo, nunca será lo mismo que esta ciudad.

Es cierto que si alguien se tiene que quejar de ella yo soy el primero que afirma que se está yendo a pique, que las calles tienen cada vez mas delincuencia, y que el alcalde es… bueno, me imagino que esto último por desgracia será igual en todos los sitios.

Pero eso no implica que eche de menos a su gente, o mejor dicho a mi gente, todo aquel que siempre me ha rodeado y en especial a los amigos que, poco a poco, y por mucho esfuerzo que haga, voy perdiendo, quedando solo los importantes y con los que más ligado me encuentro.

Esta ciudad es el lugar en el que nací, y en el que, de momento, he pasado más tiempo de mi vida. Este lugar es para mí Salamanca, pero también podría ser cualquier otra ciudad para cualquier otra persona.

No estoy diciendo que sea la mejor o la peor ciudad del mundo, solo que, por mucho tiempo que este lejos de ella, siempre significara algo para mí.

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